La primera espina

Por Pichuko
(le hace hombre al archivo)

Don Osvaldo bien decía: "A la gloria no se llega por un camino de rosas”. Y apenas comenzada la primera Libertadores, su equipo pudo advertir claramente en el campo de juego el sentido de esas palabras.

El partido contra indesingente del 27 de enero de 1968 marcó el inicio de una rivalidad que tendría fuertes tintes ideológicos en relación al modo de entender el juego y que contaría con numerosos capítulos a través de la historia. Podríamos hablar de "lo nuevo" (Estudiantes) y "lo viejo", expresado por los de Avellaneda, con el agregado de uno supuestamente “chico” y el otro supuestamente “grande”. Pero… ¿qué pasó esa noche en la doble visera?

Pasó de todo. Fue lo que se llama un partido de copa, muy hablado, con pierna fuerte. Lo terminó ganando, como no podía ser de otra manera, el equipo con más bidón. Después de una fuerte infracción contra Conigliaro, al comienzo del partido, Estudiantes pondría de manifiesto que no era equipo de arrugar; muy por el contrario, saldría a demostrar que era toro en rodeo ajeno. Aguirre Suárez y Pachamé se dedicaron a “ablandar” rivales durante todo el primer tiempo. De esta manera el partido fue entrando en una espiral de violencia que finalizó con cuatro expulsados (Conigliaro y Verón por Estudiantes) y Urruzmend* será uno de los que se irá antes en indesingente por “golpear” al tucumano (foto). Según las crónicas, la virulencia del encuentro tendría que haber generado varias salidas más.

¿El resultado? Ganó el Pincha 4 a 2. El primer gol (foto) fue una obra clásica del laboratorio: 30 minutos, córner desde la izquierda de Ribaudo, cabezazo hacia atrás de Verón en el primer palo para que definiera Echecopar en el segundo. Una vez finalizado el partido, ya en vestuarios, la palabra esclarecedora del Zorro puso en evidencia lo realmente importante: “Un mal espectáculo, muchos forcejeos, pero los dos puntos fueron para nosotros”.