Bidón vs. rabanitos

Por Larecódetumá
(talibán antilob*)

Una vez más nos preguntamos: ¿cómo sería el desarrollo de una teoría del bidón? ¿por qué? ¿para qué? Preguntas que inquietan desde su misma formulación. ¿Hará falta poner en texto algo tan sencillo como que dos más dos es cuatro?

Todos sabemos que existe toda una runfla que subsiste justificando la negación de la realidad. Son los de esas "utopías futboleras" que todo lo arreglan "jugando a la pelota". El animismo irracional del "atorrante" que la hace chicle bajo la suela, tocado por una varita mágica que siempre estará a disposición del argento (porque es sabido que dios atiende en los cafetines arrabaleros de Buenos Aires), les ha permitido fantasear con un modo de interpretar la competencia tan inviable como sus propias vidas. Aunque en este punto me permito dudar si al momento de recontar y atesorar sus "ganancias", estos farabutes del tik*tik* se manejan con la improvisación y el desprecio por el esfuerzo que tanto festejan en el ámbito deportivo. No lo creo.

Luego, cuando trasplantan sus versos al discurso político -porque son tan caraduras que lo hacen- no se privan de mechar la idiosincrasia (falsaria) del rabanito que con su monocorde chamuyo, dulzón y demagógico, pretende hacerle creer a la monada, en las fantasías que él, el comunista de alma, siempre termina facturando con ásperos dólares estadounidenses.

Hipócritas de ida y vuelta

Ellos fueron quienes presionaron el viraje de una selección nacional que, si bien en un principio contaba con la férrea tutela del único técnico serio y ganador que tuvo AFA, terminó en los arrestos espasmódicos de una gallina decapitada. Siempre con el discurso cambiado y con vía libre para todas las imposturas imaginables, por parte del entorno payasezco del tan querido como contradictorio Diego Maradona quien, muy a su pesar, no representa en la actualidad mucho más que una fotografía. Sacarse la foto con el Diego permite resumir todo el discurso políticamente correcto del progresismo, enfrentándolo con la careta irremediablemente impopular de lo reaccionario. Los mentirosos del cafetín (hábiles en transar con los grandes medios para engatusar a la gilada con su discursete almibarado) no podían permitirse que ese ícono se rozara con quienes, desde siempre, conocen de sus mentiras y hacen del sacrificio, del "equipo" y del trabajo obsesivo una regla de vida.

El Diego, el pulsante y pendular Diego, tenía todas las fichas para ser el "mesías de la varita mágica" y "su selección" no podía ser de modo alguno producto del entendimiento con quien, en definitiva, le permitiera triunfar en el ámbito internacional. Tampoco podía, el Diego, reincidir en las fotos con el mayor ejemplo de amor incondicional con el club modesto que lo viera nacer; esto último ya que todos sabemos que "la nuestra" para que no termine siendo una acumulación serial de fracasos, supone una acumulación de figuritas (caras) hilvanadas mediante un adecuado discurso mediático, proyecto únicamente sustentable en el fútbol argentino a través de los dos "sospechosos de siempre". Es decir, a través de la tarasca. El tik*tik* es así irremediablemente un método de dominación de los que más tienen, quienes tras cada ciclo, acabarán teniendo más.

El permeable Diego, en su rol de mera figurita o conveniente fotografía, varió su discurso hasta convertirlo en un panegírico de "la nuestra"… papelitos de colores con los que acabó por envolver, para regalo, un nuevo fracaso. Esto, desde luego, es para aquellos energúmenos que creemos que lo único que se festejan son los triunfos.

Igual, como los rabaniteros no son tan salamines de quedar pegados con la humillante derrota, ya ha comenzado el repiqueteo de calculadas traiciones contra la figurita indestructible del Diego. En su rutina de jamás hacerse cargo de nada, siempre habrá una frase (o conjunto de ellas) para explicarlo todo; después de todo, su oficio (literalmente hablando) siempre fue la mentira.

Mientras tanto, en estos ámbitos de resistencia donde nos atrevemos a sostener que dos más dos, pese a las vueltas y chamuyos que le quieran inventar a la cosa, sigue siendo cuatro, se nos revolverán las vísceras cuando pretendan negar la incuestionable estrella binaria que conforman el Diego y el PhD, por más que el primero haya sido siempre el destinatario exclusivo de los flashes. Pero eso no nos molesta: de hecho, para que este tipo de sinergias traigan éxito, siempre alguien -indefectiblemente- será el que deba ponerse el overol.