(sí, boló, el del An7ilobo)

Dijimos en líneas anteriores que, de nuestro lado, existe un clar* y preciso posicionamiento doctrinario. Digamos... bidoniano. A partir de esta premisa, los participantes supieron delinear, tal vez demasiado intuitivamente, los posibles contornos de esta escuela, la que -demás está decir-, supera en mucho el eventual planteo táctico que presente un equipo para tal o cual partido.
¿Y por qué se nos hace tan difícil poner en palabras escritas todo ese bagaje que nos viene dado por tradición oral? ¿por qué se nos complica tanto traducir ese inconfundible sabor del elixir de bidón?
Como premisa sana y coherente con nuestro sistema de pensamiento, deberíamos buscar en la realidad una respuesta a estos interrogantes.
Y así, rápidamente, nos encontraríamos con que son "los otr*s" los especialistas en el arte de "decir" (por más que nunca los veamos airosos en la difícil arquitectura del "hacer”). A todos estos filibusteros de la palabra, cuyo negocio está en engatusar al desprevenido (digamos, al 90 % que representa "la gilada"), no puede negárseles ese "arte" del chamuyo por el que reciben fortunas de parte de los dueños de la pelota. Quienes, así también, se benefician directamente con el verso del denominado tik*-tik*.
Así, en una primera conclusión, podemos decir que los hechos son al bidonista lo que el verso es a los mentirotteros; de allí que naturalmente se nos complique a la hora de pretender volcar al papel una reseña ideológica de aquello que, por tradición, venimos mamando desde la cuna los que estamos de este lado.

Tantos años enfrascados en la misión de tapar el sol con un dedo, tanta preocupación por atacar y agraviar a los héroes del bidón (paradójicamente, los únicos hacedores de alegrías genuinas y durables para la influenciable gilada) les permitió, mintiendo, sacando de contexto y acomodando a su conveniencia frases y hechos, mejorar las indiscutibles cualidades literarias de su falaz discurso.
Despojándonos del aspecto crítico de la cuestión, si tal cosa fuera posible, hasta puede resultar lindo leer a estos personajes (generalmente protegidos en ciertos santuarios de los mega-medios porteños); pero, una vez más, lo lindo no es necesariamente coherente con lo útil… ni que hablar con lo que definimos como correcto. Es que lo lindo puede o no ser parte de nuestra visión de las cosas; en todo caso, nunca será un elemento fundamental sino una consecuencia más de la praxis bidonista.
Será imposible, entonces, encarar la compilación de esa suerte de “teoría general del bidón”, superando así (para los terceros ajenos) la mera enunciación de anécdotas y vivencias personales, o bien de esas emocionantes historias donde el que a priori tenía menos posibilidades se termina llevando todo. ¿Acaso se podrá pasar toda esa intuitiva tradición vivencial de lo correcto a palabras, si se quiere y por qué no, que también sean lindas para leer?