Negro el 2

Fuerza, resolución y excepcional velocidad

al servicio de una función perfectamente cumplida:
“hombre escoba”, para barrer de derecha a izquierda
detrás de sus compañeros de defensa.
("Estudiantes, el dueño del Metro", El Gráfico, 1967)

Por Pichuko
(stopper del archivo)

Se lo conoce con ese apodo, llevaba ese número y dentro del campo de juego se distinguía por su personalidad, bravura y resistencia. Ramón Alberto Aguirre Suarez (18/10/45), nació en Colombres, a un puñado de kilómetros de Tucumán, y pasó una infancia sin privaciones con una sola preocupación: el fútbol, que lo llevó a dejar el secundario y a ganarse el reproche familiar.

Su breve paso por Atlétic* Tucum*n se remontó a un período de prueba. En su provincia sólo vistió la casaca de Cruz Alta y ocasionalmente la del seleccionado de la Liga Cultural. Corría 1964 cuando Raúl Blanco, representante de Estudiantes allá, le habló para traerlo. Estuvo un mes a prueba, volvió a su tierra y a los 15 días regresaron para contratarlo. Aunque había otro club interesado, el sabio consejo de su padre, Santiago Gregorio Suárez, definió que su futuro fuese en La Plata y no en Avellaneda. Consideraba que se podía triunfar mejor en un club “chico”. El tiempo le dio la razón.

Miguel Ignomiriello aprobó su llegada al club y le advirtió sobre la Gilera que lo acompañaba desde su provincia. “Usted tiene dos caminos -le dijo- o vende la motito o se vuelve a Tucumán”. Había llegado un viernes. El domingo ya formaba parte del célebre equipo de tercera que en el 64 se consagraría subcampeón y obtendría el título un año más tarde. Fue promovido a primera en lugar de Miguel Angel López y Don Osvaldo lo hizo debutar frente a Atlant*. Tomaba como propio un lema de Zubeldía: "Trabajo, disciplina y humildad. Así uno llega a lo que ansía, desea y quiere”. Y con la tenacidad de los convencidos siempre buscó progresar en su juego tan rústico como efectivo.

Una vez instalado en primera su historia es más conocida. Y recorre un período vertiginoso que se inició con la obtención del Metropolitano 67 y que tuvo su punto más alto en Old Trafford donde los diari*s juzgaron su actuación: “Sacó y sacó sin preocuparse por el destino de la pelota” o “Un puntal a la hora de salir a destruir juego”. Apenas dos días antes de la final, en la cercana Lymm, a la habitación que compartía con Tato Medina entró un piedrazo por la ventana. La imagen muestra el vidrio roto y a Aguirre Suárez sonriendo. Cuando le preguntaron a El Zorro qué pensaba hacer, dijo: "Tapar el agujero para que no se me resfríen los jugadores. A nosotros no nos intimida nada”.

También padeció por lo recio de su juego. Una noche, en la cárcel de Devoto junto a Togneri -después de pasar a la final de la Libertadores tras vencer en el Monumental a Rac*ng- fue el prólogo de lo que vendría un año más tarde: 30 días preso y una suspensión de 30 partidos para torneos locales y de 5 años para enfrentamientos internacionales una vez finalizada la accidentada final con el Mil*n, en la que convirtió un gol.

En 1971 se fue de Estudiantes al Granada español, donde integró uno de los mejores planteles en la historia del equipo andaluz. Su fama llegó más allá de lo deportivo cuando años más tarde el grupo indie ibérico Los Planetas formara una agrupación paralela llamada “Montero Castillo y Aguirre Suárez” en honor a él y al uruguayo del bols* que lo acompañó en la zaga en la primera mitad de los '70. Ambos se conocían bien de las finales '69 y '71 de la Libertadores.

Platense por adopción, desde hace un tiempo El Negro lucha con su salud con la misma fiereza y entrega que tuvo dentro de la cancha. Porque como dijo un defensor que lo enfrentó varias veces: “Ya no hay centrales como él, una raza extinguida de hombres que eran fieras defendiendo”.
Y la gente de Estudiantes -agradecida por quien dio todo por los colores- está a su lado, como siempre.