“Esa madrugada nacía Sebastián,
después dediqué mi gol de cabeza
y además les pegué un baile terrible”
(Juan R. Verón, octubre 2003)
después dediqué mi gol de cabeza
y además les pegué un baile terrible”
(Juan R. Verón, octubre 2003)
Por Pichuko
(bijilante del parto)
Nueve de marzo de 1975. La ciudad palpitaba el clásico, esa gastada etiqueta basada más en la coincidencia geográfica y en la inercia de un pasado que ya se estaba volviendo lejano por la real estatura de los rivales. Pero no sería un partido más para La Bruja, porque en las primeras horas de ese día llegaría Juan Sebastián, su heredero dentro de la cancha.
Según la leyenda, la noche anterior le pidió a Bilardo, entonces dt del equipo, retirarse para presenciar el nacimiento. El Ph. D. no tenía intenciones de que salga y le contestó aprovechando la vieja amistad que los unía: “Qué... ¿vos sos médico? Dejá que ellos se arreglen”. Durmió en la concentración y a la mañana siguiente obtuvo finalmente la autorización para ver al pequeño.
Partió raudamente en su 404 blanco hacia la clínica, y al comprobar que todo estaba en orden, con una Brujita que dormía plácidamente (seguramente ya se soñaba con la camiseta del padre puesta) volvió al country.
Ese día, el partido terminó 3 a 3. Pero la actuación de Juan Ramón y Benito, su compañero en el ataque, mereció un título aparte de la revista deportiva más importante del país: “Tarde de brujas y fantasmas”. El Gráfico describió así el gol de la Bruja: “Golazo de Verón. El segundo de Estudiantes en el mejor momento de Estudiantes. Benito que la lleva hasta la puerta del área. Taco hacia atrás para Verón, cuando enfrenta a Fabbi*n. Verón la pisa y la levanta sobre Fabbi*n. Otra vez Benito que gira y se saca de encima a G*ttfrit. Levanta la cabeza, centro corto para la entrada de Verón y definición de cabeza sobre la salida de B*risio” (ver foto). Un homenaje imborrable.
Pero con el correr de los años, Sebastián hizo una carrera con nombre propio. El resultado fue que algunos le llamaran d11os; otros, en cambio, lo compararon con Artabán, el cuarto rey mago. Personalmente, lo califico como el hombre que me hizo volver a creer en el fútbol.
Un héroe a la medida de la Grecia clásica. Hijo de un dios del Olimpo pincharrata que de muy joven emigró al Viejo Continente para codearse y distinguirse entre los mejores. El jugador que se convirtió en el 2002 en el chivo expiatorio ideal del circo mediático local que veía perder suculentas ganancias y en el de una audiencia ignorante y acrítica.
Aquél que en el cenit de su carrera decidiera volver a su casa, medida incomprendida por quienes creen que el mundo es solo una billetera, para volver a colocar al Pincha en lo más alto. Un hombre con talento, sacrificio y bidón dentro de la cancha; humildad y solidaridad fuera de ella; sin dudas la síntesis perfecta de los valores que enarbola Estudiantes de La Plata.
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